Los derechos de las cucarachas
Por: Daniel Pacheco
¿UN PAÍS QUE PERMITE QUE SE APLASten cucarachas y se pisen hormigas puede esperar el cumplimiento de los derechos humanos? Según Marcela Ramírez, directora de la Red de Protección Animal y Ambiental, no.
Suena extraño, incluso ridículo, pero no sé qué más concluir de las siguientes dos afirmaciones, que con toda seguridad avala la organización de derechos animales. Primero, las palabras de su directora, según las cuales, “Un país que permite el maltrato de los animales, no puede esperar el respeto ni el cumplimiento de los Derechos Humanos”. Segundo, el artículo inicial de la Declaración Universal de los Derechos del Animal, aprobada por la ONU, que establece que “Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia”.
Si todos los animales, incluidas liendres, ratas y cucarachas, nacen con los mismos derechos, su maltrato es a la vez un atentado a la humanidad. Y nosotros que congratulábamos nuestro humanismo al despulgar perros callejeros sin reparar en el genocidio, tipificado en el Artículo 12 de la Declaración, cometido contra el orden de los sifonápteros.
Se me ocurren ejemplos más descabellados, como el exterminio de las tenias al purgarse, pero sólo convierten la discusión en una burla. Sin embargo, no son las ganas de divertirse, o la crueldad contra los animales, lo que induce esta dirección. El chiste, como a menudo sucede con el humor, toca preguntas profundas acerca del mundo biológico y la manera como la humanidad participa en él.
La Declaración de los Derechos Humanos, el bastión de la humanidad, afirma la vida humana como derecho supremo a proteger. Entonces en términos ecológicos los derechos humanos son la declaración de supremacía del homo sapiens sobre las demás especies. Por eso es ético matar tenias, cucarachas, pulgas, mosquitos, y en general todo lo que nos cause daño. También lo es criar y matar vacas, pollos y cerdos para comer. La declaración de la humanidad no tiene ningún sentido fuera del mundo biológico.
Visto así, la aspiración a igualdad de derechos en el mundo natural, propuesta en los derechos universales del animal, no sólo no es consistente, sino que resultaría contraria a los Derechos Humanos. Si no matáramos a algunos animales, estaríamos faltando a la defensa de la vida humana.
Aún más: la intención de universalizar los derechos animales es un atentado contra el mundo biológico en sí, que hasta donde hemos podido entender, existe gracias a la relación entre sus múltiples niveles jerárquicos de organismos, todos salvo nosotros, carentes de cualquier ética. Al pasto se lo come el venado, al venado el león y al león lo hace abrigo el hombre: el ciclo de la vida está basado en la desigualdad. Que suene más bonito como biodiversidad es otro asunto.
La intención detrás de este argumento no es destruir el trabajo de los defensores de derechos animales. Al contrario, contiene implícitamente la idea de que nosotros somos los únicos llamados a construir y otorgar derechos, como lo hicimos con nosotros mismos. Esta posición es distinta a la de quienes entienden que los seres vivos, en sí mismos, tienen unos derechos que estamos obligados a respetar y convertir en norma. Reconocer que para nosotros los animales tiernos y peludos tienen más derechos que las plagas, además de ser una suerte para los pandas, sólo habla bien de nuestra humanidad.
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